Follamigos es la palabra que utilizamos para
definir una relación entre dos personas que no tienen un compromiso de pareja.
También usamos ese concepto que suena tan bien, amigos con
derecho a roce, pero… ¡Cuidado!
El roce hace el cariño, y del cariño se llega al amor…. o no... Y qué pasa si
uno llega al amor y el otro no… pues que todo se complica…para uno más que para
el otro.
Lástima que no pensé en esto cuando
leí un artículo denominado Amigos con
derechos vs. amantes genitales de Anne Cé, en el Blog Eros
del País Digital del 23 de mayo de 2012. Este artículo
me gustó mucho, y hoy, he pensado que era un buen día para volver a leerlo. Hoy
he prestado especial atención a este fragmento: “Se cuenta con ellos y
su cariño y su generosidad sin pedir explicaciones, en el puro presente sin
contexto, en el que no caben ni “dónde estabas” ni “dónde vas a
estar”. Para un lado y para el otro, y salvo en las líneas de diálogo
libremente elegidas en que uno quiere comentar algún plan. Y cuando el
pacto está claro, la vida puede ser bella (durante el ratito de comunión, por
supuesto).”
A estas alturas de la película, sería
antiguo y pasado de moda pensar que las mujeres tenemos más tendencia que los
hombres a enamorarnos, no me considero antigua ni pasada de moda, más bien todo
lo contrario, sin embargo por alguna razón, en este momento sí creo que es así.
Es muy probable que el pensar así esté condicionado por el hecho de que en mi
círculo más próximo tengo más contacto con mujeres que con hombres. Para los
hombres, ese concepto de amigos con derecho a roce, es seguramente el estado
ideal, y posiblemente también lo sea para muchas mujeres durante un período de
su vida, o incluso siempre, sin embargo, algunas de nosotras, bien por el tic
tac del reloj biológico o bien por otros motivos, en algún momento decidimos
que el concepto follamigo ya no nos sirve. No queremos un follamigo, ni un
amigo con derecho a roce, no queremos un amigo, lo que queremos es una pareja. ¿Por qué? Lamentablemente no
tengo respuesta a esa pregunta, aunque puedo hacer algunas conjeturas.
Es posible que uno de los motivos sea
que a las mujeres nos gusta pensar que somos únicas. Si se acuesta conmigo,
¿para que necesita acostarse con otras? Pues amiga mía, para qué no lo se, pero
por descontado lo necesita.
La segunda, es que si necesitamos
ayuda, queremos que nos la brinden casi sin que tengamos que pedirla, es decir
que él siempre esté allí por si le necesitamos. Pero si tiene otras amigas,
quizás tengamos que esperar nuestro turno, y claro… para eso ya tenemos el
mercado… no estamos para pedir tanda en cuanto a relaciones se refiere.
En fin… que esto de la amistad con
derecho a roce está muy bien para una temporada, pero por alguna extraña razón,
lo mismo que ocurre con otro tipo de relaciones “más serias”, éstas también
tienden a estropearse, y eso que habíamos dicho que el pacto estaba claro…