Hoy recuerdo con mucha claridad ese
día, era un jueves de madrugada.
Hacía días que esperaba que llegara ese
dolor desconocido que me despertó.
Tras una leve incertidumbre me di una
ducha rápida para relajarme.
No sentía nervios, ni miedo,
estaba tranquila y no tenía prisa.
Reía ante la mirada inquieta de tu
padre, que no sabía que hacer y solo me preguntaba por qué tenía que ducharme.
Me puse ropa cómoda y cogimos una bolsa
con tus cosas que ya hacía días que teníamos preparada.
Por la Ronda de Dalt a esas horas no
tardamos en llegar.
Todo parecía ir muy rápido, tú tenías
mucha prisa por llegar, yo sin embargo tenía una calma insólita en mí.
Me quedé sola por culpa del papeleo,
fue un espacio corto de tiempo que se me hizo largo. Recuerdo que tenía mucho
calor.
Por un momento pensé que venías y yo
seguía sola. Entonces fueron entrando, el anestesista, el médico, las
enfermeras, y por fin llegó tu padre. Yo no entendía porqué todos me habían
dejado sola y creo que eso fue lo único que dije, eso y que tenía calor.
Lo siguiente que recuerdo es la cara
sonriente y atónita de tu padre por lo que estaba viendo, supongo que fruto
de su vocación científica.
Naciste de una manera
rápida, fácil, limpia, sin ayuda, sin los dramatismos que había oído,
sin muchas quejas...fue una maravilla.
Estabas cubierto de un velo blanco y
eras tan bonito... Nada es comparable a ese momento.
Y entonces cuando te tuve entre mis
brazos, no pude hacer otra cosa que enamorarme, enamorarme de ti para siempre.
Ya llevo más de 11 años enamorada y se que siempre lo estaré.